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A foto em preto e branco mostra a Estação Sorocabana em processo de construção.

La historia detrás de las vías

En 1875, las primeras vías del ferrocarril de la compañía Sorocabana avanzaron hacia el oeste paulista. El viaje inaugural trajo la promesa de una nueva época —aunque nadie presagiaba lo efímero de aquel primer recorrido. Entre las ciudades de São Paulo, Itu, Sorocaba y posteriormente Jundiaí, el accidentado terreno fue vencido poco a poco por la tecnología de la época, aunque de forma precaria. Este hito histórico coincidió con la decadencia del ciclo algodonero y, más tarde, del cafetalero, economías que durante generaciones habían sustentado el sueño de un porvenir próspero y duradero.

Estos primeros años marcaron una etapa crítica para el sector ferroviario en el estado de São Paulo: en 1904, la compañía União Sorocabana-Ituana se declaró en bancarrota. En 1907, fue absorbida por la compañía Brazilian Railway, con lo que se inició un nuevo ciclo de crecimiento y expansión. En esa época se proyectaba un ambicioso plan de integración continental, un sueño que nunca llegaría a realizarse del todo. Cuando la concesión llegó a su fin, y bajo el liderazgo del diputado Júlio Prestes y del entonces gobernador del estado de São Paulo, Altino Arantes, la vía férrea fue nacionalizada en 1919 y rebautizada como Estrada de Hierro Sorocabana.

O mapa mostra as linhas ferreas da Estação Sorocabana.

En este contexto de transformaciones, surgió en 1925 el proyecto de construcción de una nueva estación de ferrocarril en la capital paulista. Concebido por el arquitecto Cristiano Stockler das Neves, el edificio debería reflejar la importancia de São Paulo y materializar los nuevos tiempos que se vislumbraban. Sin embargo, las obras se prolongaron hasta 1929, coincidiendo con el declive de las exportaciones cafetaleras, que constituía la base de la economía del estado. Paralelamente, el ferrocarril comenzaba a perder el protagonismo frente al crecimiento de la industria automovilística en Brasil.

Aun así, el edificio se destacaba. Con su arquitectura monumental y ubicación estratégica, se convirtió en un símbolo de la ciudad. En su época dorada, la estación recibía diariamente a cientos de pasajeros. Estos aguardaban entre las palmeras imperiales del jardín y el vestíbulo principal —el concourse—, donde las vidrieras multicolores representaban el dinamismo y la riqueza del ciclo del café, así como el papel estratégico del ferrocarril en el desarrollo del estado. Los vitrales a la izquierda representaban las vías como símbolos del progreso; al centro, la pujanza industrial de São Paulo; a la derecha, el comercio, con el café como protagonista. Al fondo, el ferrocarril unía el interior con la costa, moldeando tanto el territorio como el destino de varias generaciones.

Con el paso del tiempo, el ritmo cambió. Los pasos apresurados dieron paso al silencio y el recuerdo. Aun así, la estación conservaba, en sus paredes y vitrales, las huellas de una época en la que los rieles entrelazaban historias, personas y paisajes. Y aunque nadie lo supiera, aguardaba nuevos viajes; distintos, pero igualmente transformadores.

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